Las diferencias entre emprendimientos masculinos y femeninos y los retos por afrontar en este mundo profesional.
Artículo complementario al Curso 1: ¿El fracaso se siente igual en un hombre que en una mujer?
No es ningún secreto el impacto que tiene el fracaso en nuestra sociedad. Es para muchxs de nosotrxs un tema tabú y vergonzoso que preferimos no abordar. A pesar de ser parte de nuestra naturaleza humana, su connotación es muy negativa. Y es en determinados ámbitos en los que el fracaso tiene un peso mayor, como en el mundo laboral o emprendedor.
Desde que nacemos se nos asigna un género y con ello, distintas expectativas, roles sociales y prejuicios. Mientras que a los hombres se les exige rendimiento, temperamento y fuerza, a las mujeres se nos exige ternura, delicadeza y diligencia.
Antes que ser profesionistas o académicas, se nos exige ser madres ejemplares y esposas perfectas. El fracaso, aunque sea universal, es más duro con nosotras las mujeres, a quienes sistémicamente se nos ha hecho creer que debemos ganarnos un asiento en el mundo profesional y emprendedor, y que el fracaso es un indicio de que tal vez no deberíamos estar ahí en primer lugar. Esto nos lleva a preguntarnos ¿Es distinto un emprendimiento de hombre que uno de una mujer?
En este artículo descubriremos las diferencias entre emprendimientos masculinos y femeninos y los retos por afrontar en este mundo profesional. Además, discutiremos algunos puntos importantes para pasar a la acción y resolución de estos problemas.
Para entender mejor los retos a los que nos enfrentamos, primero hay que darle un vistazo a los números que marcan estas diferencias.
Según el Banco Mundial, en el ámbito del emprendimiento existe una brecha de género presente en todas las economías del mundo. Las mujeres representamos 1/4 de nuevas dueñas de negocios y directoras, mientras que los hombres, representan 3/4 de estas posiciones.
En cuanto a propietarias únicas de un negocio, el número es más alto, pero no más que para hombres. 1/3 de mujeres contra 2/3 de hombres. Sin embargo siendo negocios, considerados de bajo riesgo y pocas ganancias.
Durante los últimos años, entre 2014 y 2020, estos números han variado, aumentando dos puntos porcentuales las mujeres propietarias únicas de un negocio, gracias a países como Benín, Guinea y Rwanda. Sin embargo, no es suficiente.
De este lado del mundo, en Latinoamérica, una de las mayores diferencias entre emprendimientos liderados por mujeres es en el ámbito económico. En la región, durante el 2021 sólo el 5% de los equipos fundadores de startups estaban conformados únicamente por mujeres. Y dentro de este contexto, se da un fenómeno conocido como Missing Middle.
Este fenómeno se refiere a la brecha de capital que se destina para financiar pequeñas y medianas empresas. Esta falta de apoyo es porque ciertos emprendimientos se consideran muy pequeños para captar la atención de capital privado. En América Latina, el 73% de las PyMEs lideradas por mujeres no obtienen capital suficiente para impulsar el desarrollo de su empresa o están excluidas de instituciones financieras.
Muchos de estos fenómenos de baja participación y falta de financiamiento vienen por las erróneas creencias de que ciertas industrias (las más financiadas) son exclusivas para hombres.
En México, se sabe que el 62% de las empresas fundadas por mujeres están en el sector consumo, el 10.5% en el industrial y 4.8% en el sector tecnológico. Mientras que en el caso de los hombres, estos porcentajes son de 47.7%, 22.5% y 7.5% respectivamente.
Estas tendencias en industrias masculinizadas se ven desde el ámbito académico, lo que influye en la decisión de carreras universitarias en mujeres.
Y aunque desde el 2019, los equipos mixtos de fundadores de emprendimientos en LATAM aumentaron un 10%, aún queda un camino largo por recorrer.
Aunque todas estas cifras pueden generar cierto grado de frustración, creemos que es importante encaminarla hacia la acción. Nuestro proyecto de Mujeres Sin Filtro busca crear comunidades enfocadas en la solución de estas problemáticas y la generación de espacios seguros para compartir y crecer.
Vincent Speranza, director general de Endeavor México y consejero de Endeavor Latinoamérica, sugirió (oh la ironía) para Forbes una solución muy interesante: Promover historias de éxito de mujeres emprendedoras e incentivar a que cada vez más cursen carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Nosotrxs creemos que definitivamente es importante compartir historias sobre mujeres en el ámbito emprendedor y académicas en ciencias y tecnología, sin embargo, el enfoque que proponemos es distinto.
Es importante crear espacios seguros para compartir y ser vulnerables. Los (pocos) modelos de éxito que se permiten en el mundo profesional se deben resignificar, abrirse al fracaso no como debilidad, sino como una cualidad de poder que es necesaria para normalizar el margen de error.
Esto podría atacar directamente a muchos sesgos de género dañinos, que originan problemas desde el nivel universitario, donde el mito de las carreras masculinizadas o feminizadas empieza a tomar fuerza.
¿Qué pasaría si una emprendedora en la industria de tecnología comparte su historia desde el fracaso y la vulnerabilidad? Si una joven universitaria que duda entrar a una carrera STEM por miedo al fracaso, ¿Qué impacto tendría?
Necesitamos más mujeres en las grandes carreras y las grandes industrias. El emprendimiento en esos ámbitos es una enorme oportunidad para emparejar financiamientos, equipos y sueldos.
¿Cómo participar en ese cambio? La comunidad y sororidad tienen la respuesta.
En México, según la Universidad Intercontinental, el 17.8% de las empresas creadas por mujeres son únicas en el mercado. Esto nos puede dar una idea del potencial que existe para el emprendimiento femenino, y para explotarlo, se requiere más confianza e inversión.
La revista Entrepreneur sugiere una serie de cosas necesarias para solucionar el problema en baja inversión:
Estos últimos puntos nos parecen particularmente de interés, pues de igual forma, creemos que los espacios de conocimiento y comunidad son claves. Y estos están fuertemente vinculados con la sororidad, esa hermandad entre mujeres para aliarse, compartir y cambiar nuestra realidad.
La psicóloga feminista y activista, Daniela Olaiz asegura que ahí está la clave.
“Las mujeres debemos de construir entre nosotras este pacto de sororidad; ser un apoyo incondicional entre nosotras para ser comunidad, porque no se puede llegar solas.”
Dentro del exclusivo 3% de mujeres CEO en las empresas más importantes de acuerdo a Fortune 500, sucede un fenómeno completamente distinto al Síndrome del Impostor.
El Síndrome de la Abeja Reina, acuñado por psicólogos, sucede cuando mujeres en altos mando y éxito profeional, niega la discriminación femenina, se rodean de hombres y atribuyen su éxito profesional a méritos propios. Esto por el temor de que sus éxitos tengan menos valor al aceptar que existe un sistema machista.
Este síndrome también lleva a las mujeres a adoptar conductas y actitudes masculinas y machistas para conservar su estatus dentro de sus posiciones de liderazgo. También existen posturas poco flexibles y pedir ayuda es poco común, por un temor constante a verse débiles y sin control.
Ante estas amenazas, la comunidad y espacios con sororidad son relevantes y necesarios.
El futuro del emprendimiento femenino y sus soluciones necesitan nuestra perspectiva única de género. Estamos ante la oportunidad de tomar las riendas y hacer un cambio desde la vulnerabilidad y la transparencia para hacer una diferencia de género.
Referencias:
https://www.forbes.com.mx/brecha-de-genero-solo-5-de-las-startups-en-latam-son-fundadas-por-mujeres/
https://www.uic.mx/mujeres-emprendedoras-mexicanas-cambian-mundo/
Editado por
Ricardo Guerrero
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Transformemos nuestra percepción del fracaso y utilicémoslo como catalizador del crecimiento.
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