Llegamos a 4 arquetipos ficticios que engloban hábitos tóxicos en la oficina. Dentro de estos cuatro perfiles encontramos malas prácticas reales.
Se dice que es un ambiente donde sólo los más fuertes y aptos sobreviven, donde el pez grande se come a los pequeños y las oportunidades dependen de nuestra agilidad e instinto de supervivencia.
Y es en este “hábitat corporativo” donde nos encontramos con una enorme diversidad de criaturas, todos con grandes virtudes para entrar en la carrera de la efectividad y la innovación. Pero también con algunos hábitos y comportamientos tóxicos.
En este artículo hablaremos sobre algunos perfiles que “habitan” en espacios de trabajo y que pueden llevarnos a una mala gestión del fracaso y a generar ambientes adversos para la innovación.
Para ello, llegamos a 4 arquetipos ficticios que engloban hábitos tóxicos en la oficina. Aunque son una sátira, dentro de estos cuatro perfiles encontramos malas prácticas reales que en cierta medida nosotrxs mismxs aplicamos en algún momento profesional. Y sin siquiera saberlo.
Es importante aclarar que estos perfiles no representan arquetipos psicológicos reales y que una buena cultura organizacional no busca moldear o manipular, sino que busca gestionar con dinámicas sanas que faciliten una forma de trabajo adecuada.
Dicho esto, estamos listxs.
Este perfil ronda en la sala de juntas para buscar su siguiente presa y alimentarse de fracasos ajenos. Un “Investigador de culpas” encuentra responsables para cada error y tiene la habilidad de deslindarse de los suyos cuando ocurren.
Durante toda nuestra vida, se nos ha enseñado que el fracaso y el error tienen una connotación negativa y que estos vienen con un precio alto a pagar. Es por eso que este perfil está ligado con hábitos tóxicos como:
Cuando existe un arquetipo de “investigador de culpas” en nosotros o en el equipo, se generan consecuencias desmedidas ante el fracaso. Esto es, que se castigan de forma desproporcionada, provocando un ambiente de miedo y tensión constante, lo que lleva a ocultar errores y evitar pedir ayuda.
Aunque nuestro lado más primitivo reacciona ante las amenazas externas con miedo y precaución, nuestro cerebro racional recurre a otros recursos de defensa como el optimismo.
Y aunque es una herramienta útil en algunos casos, el “Optimista excesivo” lo lleva a otro nivel. Este perfil habita en todos los espacios de oficina y usa sus habilidades naturales de optimismo para reprimir sentimientos y matizar situaciones desagradables que deberían ser vistas con objetividad.
El perfil de “Optimista excesivo” en espacios laborales puede llevarnos a:
El optimismo no puede faltar en nuestra vida diaria, pero requiere de responsabilidad para equilibrarse con objetividad y buscar la mejor solución realista y disponible a cualquier adversidad.
En el ecosistema laboral es común encontrar agrupamientos que trabajan en equipo (o manada) por un bien común, sin embargo, también es habitual encontrar a los perfiles “Individualistas.”
Ignorando la necesidad de cooperación mutua, estos “lobos solitarios” deciden trabajar por su cuenta, interactuar lo necesario con el equipo (o menos) y siempre mantener sus intereses sobre cualquier otro.
A partir de esto, no es extraño encontrar fenómenos como:
Naturalmente, estas prácticas generan un ambiente de desconfianza donde se demeritan y destruyen nuevas ideas y el intercambio de conocimiento disminuye.
Nuestro último perfil es el del “Evasivo.” Que aunque se relaciona con el “Optimista Excesivo,” esta evasión suele ser más pasiva e inclinada a la poca participación.
Habita en espacios alejados de la oficina y ante situaciones de peligro o fracaso, huye a su cubículo de trabajo o entierra la cabeza en la arena para pasar desapercibidx.
En ocasiones este perfil genera cierta apatía por el ambiente de trabajo y su evasión lleva a hábitos como:
Esta constante evasión en un espacio de trabajo puede ser un síntoma de que hay peligro psicológico en el trabajo y que existe miedo a las consecuencias de cometer un error o emitir una opinión controversial o absurda.
Más allá de los perfiles que existan en el “ecosistema laboral,” lo importante es tener una cultura organizacional fuerte y transparente que sea capaz de gestionarlos y tener procesos bien establecidos para saber cómo reaccionar y actuar ante fracasos y crisis.
Desde Fuckup Nights, reconocemos la creciente importancia que el mundo laboral le da a su cultura, y es por eso que con programas como The Failure Program, buscamos cambiar la forma en que los miembros de una empresa ven y se relacionan con conceptos como fracaso, innovación y trabajo en equipo.
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